—Joder, este tipo es bastante agil. — Miguel agarró una piedra en la mano y saltó para golpear la cabeza de Fausto.
Los secuaces de ambos bandos no se quedaron atrás, empuñando sus armas improvisadas y golpeando las cabezas del otro.
La escena era intensa y sangrienta.
Elena, escondida a un lado, se tapó la boca y dijo: —Juan, ¿tú también te rodeas de malhechores?
Juan se encogió de hombros y respondió con calma: —En realidad, no conozco a ninguno de ellos.
Al escuchar esto, Elena abrió los ojos de par en par, sorprendida e incrédula.
Si Juan no los conocía, entonces ¿cómo era que estaban dispuestos a pelear por él?
Al ver la expresión de Elena, Juan entendió lo que estaba pensando y explicó: —Te lo juro que no los conozco, solo estoy usando su ayuda.
—Vámonos mejor rápido, antes de que se den cuenta.
Luego, Juan tomó la mano de Elena y ambos corrieron rápidamente hacia la casa de Elena.
Después de dejar a Elena en la puerta de su casa, Juan la consoló en voz baja: —No tienes que preo