—¡Hola, Alfa! —corearon las mujeres a mi alrededor.
Habíamos estado hablando todo el día. Aaron había venido y se había sentado en mi regazo hacía un rato, comiendo los waffles que le preparé. Cuando entró en la sala recibió tantos cumplidos por su cabello que se sonrojó y escondió su rostro en mi pecho.
—Hola, damas. ¿Les importaría si recupero a mi Luna? —se rió Mason, despeinando a Aaron. Todas se rieron y yo me sonrojé levemente.
—¿Vienes? —le pregunté a Aaron.
Justo cuando le pregunté, dos waffles más fueron colocados en su plato. Me miró y negó con la cabeza, continuando con su desayuno. Me reí y besé su frente. Mason tomó mi mano y me guió hacia las escaleras. Subimos y entramos en su oficina. Tenía tres ventanas en la pared detrás de su gran escritorio de caoba. Las paredes a cada lado del escritorio tenían estanterías enormes, y unas cuantas sillas cómodas estaban repartidas por el lugar. Era encantadora.
—¿Qué hacemos aquí? —pregunté confundida.
Dos brazos fuertes rodearon m