“Se avecina una tormenta”, dijo Irene, mirando por la ventana. “Pero no es aquí”.
“Más vale que no, de verdad no quiero presenciar ninguna guerra ahora mismo. Sobre todo con Naomi a punto de dar a luz”, respondió Aliyah, paseándose. “Me pregunto cómo podemos llegar hasta Asher, ¿no crees que lo está esperando?”
“Noami sí lo está esperando, pero si el joven lobo quiere salir, no podrá impedirlo”, respondió Irene, y justo entonces, se oyó un fuerte grito y ambas miraron hacia las escaleras. “Si tan solo pudiera soltarse. Lleva así desde anoche”.
“Ah”, gimió Aliyah. “¿Crees que deberíamos llevarla al hospital humano? Pueden hacerle esa cirugía que llaman cesárea, ¿verdad?”
“Puedo hacerla”, dijo Irene. “Te ayudé con Asher, ¿no?”
“Entonces, ¿por qué estás aquí? ¡Vete ya!” “Naomi no quiere. No es que esté teniendo un parto difícil; no quiere sin Asher a su lado.”
“Si sigue así, tanto ella como el bebé morirán.”
“Se lo dije, pero no me escuchó. Insiste en que Asher vendría, que prometió esta