55.
AURORA
Los Alfas se levantaron de sus asientos agitados; por las puertas entraron guardias, sacándolos uno a uno hacia algún lugar.
Las mesas con vinos caros se volcaron en la habitación, los vasos de cristal estallaban contra el suelo y todos buscaban huir, tropezando y cayendo incluso en el proceso.
Yo no entendía qué sucedía, por quién éramos atacados, pero esta era nuestra ventaja para escapar.
Corrí hacia el desastre, esquivando cuerpos apresurados, rompiendo mis pies con los cristales rotos sobre el suelo.
Llegué a la primera joven, sollozando en el suelo, con la piel roja, marcada y mordida.
—¿Puedes pararte?
Ella asintió, tomando mi mano para ayudarla a levantarse; la sangre fresca aún podía verse entre sus piernas. Sus pasos eran torpes, dolorosos, pero podía hacerlo.
Las demás que estaban a mi lado ayudaron a las que podían, intentando evitar el caos a nuestro alrededor.
Buscamos una salida y, aunque no era la mejor opción, decidimos seguir el mismo camino por donde los Alfa