18.
AURORA
Me desperté de nuevo en su habitación, en su cama, entre sus sábanas.
Y él… estaba de nuevo ahí, sentado entre los muebles oscuros, en su mano una copa de vino y en la otra, un cuaderno de dibujo que creí olvidado.
—Espero que hayas dormido bien—dijo con suavidad, sin levantar la vista, pasando la hoja que reflejaba un dibujo que casi había olvidado.
La noche en la que mi vida comenzó a desmoronarse.
Aquel claro donde nunca recibí a mi loba; solo pude ver cómo los demás lo hacían.
—¿Cómo… lo tienes?—pregunté casi en un susurro.
—Eso no importa, es hermoso cómo pareces contar una historia, cómo le das vida a la imagen.
Tomó el otro cuaderno que había traído, donde había dibujado a su Lycan tal como lo recuerdo. Enorme, imponente, con un aura que exuda poder y autoridad, la misma que me hace erizar la piel y querer doblegarme ante él.
—Alioth dice que no se ve tan aterrador, pero le gusta que lo hayas dibujado—me pasó el cuaderno, esta vez mirándome.
Aparté los ojos casi de inmed