110.
AURORA
Desperté de un sueño que se sintió eterno. Ya no sentía dolor, ese mismo que parecía desgarrarme en pedazos; solo había silencio, nada, vacío.
Mi loba seguía teniendo el control; no sabía lo que había pasado, si habíamos ganado, todo lo que sabía era lo poco que ahora podía ver.
«Estas despierta»
«Hola, sí» respondí en un susurro mirando a través de sus ojos en dónde estamos.
El ambiente es sombrío, la tierra seca, los árboles retorcidos sobre nosotras.
No estábamos en tierra de los lobos, estábamos en las tierras de Andras, esas tierras donde la vida es casi inexistente.
No dije nada, no quería saber nada.
La sentí estirarse, moverse, levantarse del árbol a donde estaba recostada para comenzar a caminar hacia algún lado.
Quería preguntarle que había pasado, y aún así la pregunta no quería salir de mi garganta.
Tenía miedo de la respuesta.
El silencio se prolongó entre ambas como una pesada carga, luchaba por salir, por liberarse, pero yo no estaba dispues