Apartó la mirada un momento y de repente se echó a reír.
Reía en silencio, pero la risa fue creciendo hasta convertirse en una carcajada.
Antes le dolía el corazón al ver sufrir un poco a Bertín, pero ahora se sentía tranquila.
Ya que no quería amarla, dejaría que la odiara, y eso le parecía bien.
Por lo menos, nunca la olvidaría en su vida.
Pensando en esto, Jade sonrió felizmente.
A la mañana siguiente, Jade se lavó y se cambió de ropa para ir a trabajar.
Cuando bajó las escaleras, vio a Cristian y Sergio, que estaban desayunando en el comedor, mirándola con el ceño fruncido.
Cristian se veía impaciente y dijo fríamente: —¿Para qué te pones tan llamativa? ¿No crees que ya has deshonrado suficientemente a la familia Marín anoche?
Jade rio: —Papá, voy a salir a trabajar. Si me quedo en casa todo el día, ¿no hablará la gente de mí?
—¡Eso es mejor a que salgas y deshonres a nuestra familia!
—No te preocupes, yo misma restauraré la reputación de la familia Marín.
Tras decir esto, Jade se