—Mati, me pides que vuelva, ¿ha pasado algo?
Matilda frunció el ceño, —Mamá, ¿dejas a Linda y su hijo en paz ya?
Ante eso, Beata frunció el ceño impaciente, —¿Qué puedo hacer? ¿No ves a tu padre y a tus abuelos defendiendo a esa puta? Tiene un hijo, ¡y qué!
—¡Si no consigues que papá cambie de opinión, Linda va a ocupar tu lugar, y he oído que abuela ha invitado a su madre a comer en la mansión, así que si sigue así, te van a tender una trampa y echarte de casa!
Beata apretó los dientes con rabia y dijo: —¡Pero no puedo hacer nada, no puedo tener un hijo de repente!
—¡Si no puedes tener uno, puedes dejar a ese niño desaparezca!
Al ver la maldad en los ojos de Matilda, a Beata le dio un vuelco el corazón y la miró sorprendida.
—Mati... Tú... ¿Cómo se te ocurre de repente algo así?
Aunque Beata odiaba a Linda y a ese niño, no se atrevía a pensar en matarlo porque sabía que la gente de la familia López no la perdonaría si ese niño moría.
Matilda sonrió, —Ma, ¿no quieres que desaparezca?
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