Pudo ver que Lucía ya no sentía nada por él, que simplemente no quería deberle nada.
Eso le hizo sentirse inexplicablemente decepcionado, pero se esforzó por mantener la calma y dijo sonriendo: —Vale, espero a que me llames.
Lucía asintió y salió del coche, entrando cojeando en el edificio.
Emiliano la observó impotente.
Sabía que la relación entre él y Lucía era cosa del pasado, pero aún así, quería dejar una pequeña huella en su corazón.
Después de marcharse, Emiliano no fue a casa, sino al bar.
Cuando entró en el bar, las luces tenues y la música alta le hicieron olvidar sus problemas por un rato.
Encontró un asiento en una esquina y se sentó, pidió unas cervezas y empezó a beber solo.
Mientras tanto, Indira y su amiga Lilina llegaron al bar.
Charlaban mientras buscaban un asiento adecuado para sentarse.
—Indira, mira, ¿el de la esquina es Emiliano? —Le preguntó confundida Lilina a Indira al ver a Emiliano en la esquina.
Indira siguió su línea de visión, lo reconoció con atención y