La rabia de Erika estaba en su punto máximo, debía hacer algo de inmediato para drenar su rabia. Se sentó sobre el escritorio donde minutos atrás su hijo Michael se follaba a la pasante. Aún el olor a sexo impregnaba el lugar.
Subió su falda y comenzó a estimular su clítoris con caricias intensas. El ruido en la oficina, llamó la atención del vigilante; el hombre de unos treinta años, complexión fuerte y estatura baja se aproximó, vio la puerta entreabierta y terminó de abrirla, encontrando aquella escena excitante y provocante.
—Mil disculpas, Sra Collins, no sabía que aún estaba aquí. —dijo el hombre con cierta vergüenza.
—Joseph, no me dirá que nunca vio a una mujer cachonda, autosatisfacerse.
—No, Sra Collins —el hombre evitaba mirarla, mientras ella continuaba frotando sus labios gruesos y carnosos.
—Entonces deje de mirar a otro lado y míreme. —Joseph la miró con asombro.
Obedeció como el más fiel de los empleados, observando como Erika abría con dos de sus dedos sus l