—¿Se conocen, mi amor? —exclamó Brianda con sorpresa, alzó las cejas y mirò a Margaret con repudio—. ¿Me gustaría saber como es que mi prometido conoce a una asquerosa vendedora de dulces? —espetó
Bennett mirò a Margaret fijamente, sus ojos eran grandes, la miraba con estupor, pero los recuerdos de la mentira y el dolor vivido vinieron a él, como una ráfaga repentina, que provocó que sus ojos se volvieran severos.
—No, no la conozco, confundí a esta vendedora con otra persona, pero no es ella, Margaret está muerta, Margaret no existe, ni en el mundo, ni en mi corazón, ella está muerta para mí.
Bennett tomó la mano de la mujer, le dio un beso dulce y los ojos de Margaret le miraban impactados.
—Vamos a nuestro pent-house, cariño, disfrutemos de nuestro amor.
Brianda sonrió, subieron al auto. Antes de arrancar, Bennett aun lanzó una mirada hacia Margaret, ella tenía ojos llorosos, no levantó la vista, la mujer recogía los dulces del suelo, los ponía en su canasta, a pesar de su avan