Dos meses después.
Natalia abrió los ojos, escuchó el llanto de su bebé, se levantó adormilada, y caminó hasta la cuna que estaba muy cerca de su cama, lo cargó en brazos, y se levantó la blusa para darle de comer.
Él pequeño Àngel mamó de su pecho, comía desesperado, y ella acariciaba su rostro, era bueno tenerlo en casa, era hermoso, se recostó en la cama, cargándolo, mientras comía.
Cuando Andrés abrió los ojos, mirò tal escena y sonrió.
—Los amo.
Ella sonrió.
—Y nosotros te amamos a ti, más.
—Imposible, yo los amo más.
—¿Sabes? Mi madre me prometió que hoy me acompañaría al cementerio, quiero visitar la tumba de la mujer que me dio a luz, quiero decir, de mi otra madre.
Andrés se sorprendió.
—¿Ahora la llamas la otra madre?
—Bueno, sé que no fue una mujer del todo buena, pero sì, me dio a luz, es mi madre, mi otra madre después de todo, ahora que soy madre, puedo comprender tantas cosas.
—Es verdad, yo también, ahora entiendo a papá y a mamá, uno quiere lo mejor para su