―¿Qué dijiste? —la pregunta de Selene parecía cautelosa, mientras Zander, lleno de pánico, sintió cómo su corazón inició a latir como loco; el deseo de acabar con aquella mujer lo poseyó.
Incluso llegó a sentirse completamente arrepentido de haber escuchado a su asistente, pues Baker no pudo controlarla; el hecho de que ella estuviese allí, frente a él, solo era una muestra de que Ariadne no se iría sin dar una lucha.
Y por esa razón, no le iba a dejar más opción que acabar con ella si era preciso.
―Lo que escuchaste… yo soy la prometida de Zander Perseus…
Selene parecía confundida, incluso indignada; había miles de pensamientos invadiendo la mente de Zander, aquellos que iban desde el desastre hasta el hecho de rogar a Selene para ser escuchado, para que ignorara a aquella maniática mujer.
Tanto así que Zander frunció el ceño; estuvo a punto de levantarse y atacar de nuevo a Ariadne, pero antes de que siquiera pudiese hacer o decir algo, una sonrisa estridente surgió de los labios de