La expresión de Zander parecía amarga, mientras Selene se preguntaba qué tanto había llegado a escuchar Víctor, aunque algo le decía que no había escuchado nada y, de haber visto el beso que le había dado el heredero de los Perseus, seguramente se habría hecho de la vista gorda.
Aquel hombre la habría vendido para conseguir lo que deseaba, pues aquel esposo suyo interesado no era más que un desagradable ser para Selene.
Alguien que jamás le había tenido el más mínimo cariño, algo que había logrado romper el corazón, hacía mucho en Selene, pero ya estaba más que resignada con ello.
―¿Cómo es que llegas a la enfermería con ese tipo de tono cuando tu esposa se encuentra herida? —La voz contundente de Zander resonó en el lugar.
Su expresión llena de molestia solo mostraba que no solo no estaba contento con su presencia, también con el hecho de que este tuviera la desfachatez de llegar y hacer un problema por la misma hermana de su esposa, aquella con la que había escapado hacía tres años.