Las cosas no podían ser más complicadas.
Selene estaba en un mar de pensamientos llenos de todo tipo de situaciones, aquellas que iban desde ¿cómo enfrentaría su situación con el heredero Perseus? ¿Y cómo lograría al fin divorciarse de su inútil esposo?
Sin contar con el hecho de que su familia no la dejaría ir tan fácil. Su padre, desde que era una niña, había dejado muy claro su deseo de tener lo que, según él, merecía.
Pues la madre de Selene, a pesar del gran amor que había indicado tener por Vincent Ezio, el padre de Selene había dejado todo a nombre de su hija: una empresa que había sido heredada por la madre de su madre.
Había sido lo único que había obtenido el hombre, todo porque cuando la madre de Selene, al ser una niña, no había podido cuidar de ella y su padre, al luchar con uñas y dientes para ser el custodio de su hija, había logrado tener para él.
Al menos no había conseguido más, pues los Sartori se habían encargado de cuidar de la fortuna de Selene, aquella que su ma