Capítulo 52.

El sorbo que Adelina le dio a su café la hizo apretar los párpados; ni siquiera sabía por qué lo había comprado, pero necesitaba algo que la hiciera reaccionar y no mantener la mirada perdida.

Nixon había salido de su operación minutos antes y, al menos, eso había calmado a todos en esa sala. Sin embargo, las acusaciones contra ella seguían lanzándose. De alguna manera, lograban afectarla.

Podría ser el agotamiento de esperar durante horas en ese lugar o la sensación de soledad, pero aún así no quería a nadie de su familia allí. Eran capaces de causar más problemas en la clínica, y eso era lo último que deseaba.

La noche llegó, pero no pudo marcharse ya que, al ser la esposa de Nixon, tuvo que quedarse a firmar numerosas autorizaciones; el acuerdo incluía tantas cláusulas que era muy difícil referirse a él con agrado.

Por la mañana, durmió apoyada en el brazo de Pascal, quien no se separaba de ella por mucho tiempo. Despertó casi al mediodía para enterarse de que ya estaban listos los
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