Sometida por el mafioso
Sometida por el mafioso
Por: Samantha Leoni
Una deuda con el mafioso

La noche fría y oscura era lo único que me mantenía en pie. 

Me encontraba sola en mitad de la nada, luchando por avanzar hacia un lugar más cálido donde estuviera a salvo de las garras del frío nocturno y de algo más que oprimía mi pecho. 

—Está demasiado oscuro —susurré con temor.

De repente, una luz golpeó de lleno mi rostro, dejándome sin ver nada más por un momento. Sentí un miedo terrible que se alojaba en mis entrañas hasta robarme el aliento.

Cuando volví a abrir mis ojos para adaptarme a la reciente e intensa luz que ahora había en mitad de la noche, vi algo que me dejó más helada de lo que ya estaba: 

A unos pasos de mí, se encontraba mi hermano Mike, con la ropa sucia y rasgada, un pañuelo tapando su boca y sus ojos verdes de tono esmeralda, reflejaban desesperación. 

Quise llegar corriendo hasta él, pero una fuerza invisible me retenía. 

—¡Mike!

Grité su nombre con fuerza, para después oír un golpe seco. Enfoqué mi mirada hacia Mike que ya no llevaba la mordaza y me mordí el labio con preocupación, a lo que él solo me sonrió con pesar, susurrando: “Lo siento”. 

Después de eso, las luces se apagaron a la vez que oía un grito desgarrador de mi hermano y algo líquido golpeaba mi rostro. 

Alcé la mano hacia mi mejilla para encontrarme con sangre en mis manos…

Desperté entre jadeos y sudores fríos. 

Ya debería estar acostumbrada a las pesadillas, las tenía desde que mis padres murieron en aquel trágico accidente en el que solamente mi hermano Mike y yo habíamos sobrevivido.

Últimamente aquella pesadilla en la que le perdía también a él, me torturaba sin parar. Quise encontrar una explicación lógica a mis pesadillas. 

Soñaba que hacían daño a mi hermano desde que él se fue de viaje a un país lejano y me había dejado sola en esta gran casa.

Soledad. 

Suspiré resignada antes de mirar la hora en el reloj digital sobre la mesilla de noche. Comprobé con desesperación que solo eran las cinco de la madrugada y sabía que no podría volver a dormir. 

Quedé incorporada sobre la cama, pasando mis manos por mis ojos para espabilarme, pero no pude evitar pensar en Mike.

Mi hermano había salido de viaje hacía un par de semanas y desde entonces no sabía nada de él, aunque intentaba por todos los medios localizarle día tras día. Solo deseaba que la pesadilla que me torturaba no se hiciera realidad porque si también le perdía a él después de todo lo que habíamos pasado, no sabía si sería capaz de soportarlo.

Decidí levantarme y ducharme, a fin de cuentas en un par de horas tendría que ir al trabajo. Así que, tomé la ropa que usaría aquel día y me dirigí al aseo. 

Bajo el agua de la ducha, comencé a sentirme mucho mejor, aunque no del todo.

Cuando me duché, me vestí con unos vaqueros oscuros, una camiseta blanca y una torera de rayas blancas y rojas. Después de eso, arreglé mi castaño y ondulado cabello peinándolo en una trenza lateral, maquille mi clara piel de un tono suave y me eché un poco de rímel para hacer más impresionante mi mirada de color verde esmeralda. 

Después de eso, usé un poco de perfume, me puse mis botines de color crema a juego con mi chaqueta de cuero de color crema, cogí mi bolso a juego y salí de casa.

No tenía ganas de quedarme sola en casa durante más tiempo, no me sentía capaz. Tampoco me apetecía desayunar, no tenía hambre y es que estas pesadillas siempre me dejaban sin fuerzas. 

Así que, pensé en pasear por un parque cercano al lugar donde trabajaba hasta que llegara la hora de entrar. 

Era la jefa de marketing de una empresa de publicidad muy popular en New York, a pesar de ser de las trabajadoras más jóvenes de la empresa, ya que solo tenía 24 años, pero mi trabajo era algo que me hacía sentir muy orgullosa.

Cuando me sentí mejor, ya era la hora de entrar al trabajo, así que eso hice. Me dirigí a un edificio de cristales oscuros que se alzaba imponente frente a Central Park. 

Cuando entré, Sasha ya estaba en su puesto de secretaria. Se sorprendió de verme llegar de primeras, pero no dijo nada sobre eso, simplemente nos saludamos y me dirigí a mi despacho para comenzar a trabajar. 

Estaba segura de que mantener mi mente ocupada me ayudaría a no pensar.

—Señorita Ari, tiene una visita.

—¿Tiene cita previa?

—No, pero me ha dicho que quiere hablarle de un proyecto importante.

—Está bien, dile que entre.

Sasha asintió y salió de mi despacho para regresar junto a un hombre alto, trajeado y con gafas de sol que cuando retiró, dejó entrever unos preciosos ojos grises. 

Les sonreí, Sasha se retiró cerrando la puerta tras de sí y el hombre se sentó, mirando mi despacho con una sonrisa.

—Es un placer conocerte al fin, Margaret. Mike me ha hablado mucho de ti.

Creía conocer a todos los amigos de mi hermano, pero cuando este hombre me habló sobre él, tuve un mal presentimiento:

—¿De qué conoce a mi hermano?

—He hecho algún que otro negocio con él.

Fue entonces cuando me di cuenta de que aunque ese hombre hablaba un perfecto inglés, no era inglés ni americano… Me fijé en más rasgos de su apariencia y tuve la extraña sensación de que el negocio que mi hermano había ido a hacer a Rusia no había salido demasiado bien.

—¿Qué quería tratar conmigo?

—Mi nombre es Nikolay Ivanov y vengo de un hermoso país conocido como Rusia. Tu hermano Mike ha tenido la mala suerte de no poder pagarme por un negocio y bueno…

—¿Qué le ha hecho a mi hermano? —lo interrumpí con un nudo en la garganta. 

—Mike está perfectamente, de momento —sonrió ampliamente—, pero estoy seguro de que comprendes mi situación. Todos queremos cobrar por nuestro trabajo.

—Eres un hijo de…

—Margaret, ese lenguaje no es propio de una señorita…

—¡Cómo le haga algo a mi hermano…! —estaba comenzando a cabrearme.

—Relájate, Margaret. Si estoy aquí es porque estoy seguro de que podrás ayudar a Mike a que me pague y sino… Bueno, ya veremos.

—¿Cuánto dinero necesita?

—Cien mil dólares.

—¡¿Qué?! —casi se me cayó la mandíbula al piso.

—Nos veremos mañana por la noche en Central Park y espero que puedas pagarme lo que te pido porque sino, no habrá lugar donde puedas esconderte de mí.

Y así sin más, Nikolay me sonrió, se puso sus gafas de sol y se marchó de mi despacho con una sonrisa.

Ahora me encontraba en un debate moral. No tenía tanto dinero y no podría engañarle, pero tenía que hacer lo posible para liberar a mi hermano. 

Estaba desesperada, tenía que conseguir ese dinero y sabía que no tendría todo lo que necesitaba en tan poco tiempo, ¿cómo luchaba contra la desesperación, cómo conseguiría ayudar a mi hermano?

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo