Una guerra silenciosa (4ta. Parte)
Tres días después
New York
Gabriel
Cuando alguien está acorralado, agacha la cabeza derrotado o explota a los insultos. No hay más opciones… o eso pensé. Porque Claire cambió el juego en un parpadeo.
Primero quiso defenderse de mis acusaciones —y era casi divertido verla intentarlo—, pero no previne que la fiera sacara las garras. Me desafió a exponer su relación con el animal de Alexander.
Y perdí la compostura. La sujeté del brazo con brusquedad, sintiendo cómo tensaba el cuerpo para soltarse. Pero ella no arruinaría mis planes.
Entonces Elizabeth apareció, deteniéndose en seco a unos metros. Pude ver cómo su rostro se endurecía, cómo su pecho subía y bajaba un poco más rápido, cómo sus dedos se crispaban alrededor de su cartera. Esos celos mal disimulados ardían en el azul de sus ojos.
Claire se alejó con rapidez. Y apenas ella desapareció de nuestro espacio, intenté explicarme.
—Elizabeth lo que viste no es como debes estar pensando —dije con la voz baja.
Ella endureció la expresi