Una guerra silenciosa (3era. Parte)
La misma noche
New York
Victoria
Esa cercanía entre Gabriel y Elizabeth era un incendio a punto de consumirlo todo, y no podía permitir que ese vínculo retorcido se profundizara. La oportunidad apareció cuando James mencionó, casi con ilusión, su deseo de tener hijos. Solo necesitaba guiar la conversación con sutileza, mostrarme preocupada, no invasiva. Así que lancé la idea de una segunda luna de miel. Mi manera de ayudarlo a salvar su matrimonio con mi hija… y, al mismo tiempo, mantener lejos a Elizabeth de Gabriel. Aunque, por supuesto, ella tendría la última palabra.
El salón vibraba con el bullicio de los invitados, los flashes, los aplausos de la pasarela, pero yo solo observaba cada gesto de Elizabeth. Hasta que su voz cortó el ambiente como un cuchillo.
—Mamá, tengo un sinnúmero de responsabilidades que me atan. No puedo simplemente desaparecer —dijo con la voz tensa, la mirada cargada de reproche—. Tampoco puedes intervenir en mi matrimonio ni sugerirle a James una luna de mi