Misterios, secretos y dudas (3era. Parte)
El mismo día
New York
Victoria
Todos hacemos sacrificios tarde o temprano. O, mejor dicho, aprendemos a la fuerza que pensar con el corazón casi siempre es un lujo que termina costando demasiado.
Yo lo aprendí joven, con golpes que dejaron marca, con lágrimas que parecían sangre. Y aun así… no era de piedra.
Me afectaba que Alexander estuviera preso, por supuesto que sí. Pero mi prioridad era descubrir el rostro de nuestro enemigo y detener una tragedia mayor.
Elizabeth, en cambio, era incapaz de ver el panorama completo. Estaba cegada por la angustia, por ese sentimentalismo que tanto daño le haría en esta familia.
Y ahí la tenía delante, en un rincón de la sala, con esa mirada de reproche y dolor que parecía un ataque directo. El silencio se volvió insoportable, así que fui yo quien lo rompió.
—Hija —dije alzando apenas la voz, firme—, no se trata de poner a la empresa por encima de Alexander, sino de ser objetivas. De ver el problema de fondo.
Elizabeth dio un paso hacia mí, con lo