Cuando todo vuelve a latir (2da. Parte)
El mismo día
New York
Claire
Siempre había pensado que desear algo significaba estar lista para dar un paso más. La maternidad era una ilusión lejana… algo que miraba desde lejos, como quien observa una vitrina sin atreverse a tocar el cristal. Pero, sin darme cuenta, ya estaba enamorada. Alexander —con esa fuerza arrolladora, con esa forma de mirar que te estremecía los huesos— había despertado ese deseo que yo no confesaba en voz alta… pero que estaba ahí, creciendo. Y, aun así, el miedo me frenaba. Con todo lo que estaba ocurriendo, sentía que un hijo necesitaba paz, armonía, certezas… no un campo de batalla.
El destino, sin embargo, parecía empeñado en ponerme a prueba. El hombre que amaba estaba peleando por su vida, y cuando creí que mis fuerzas se agotaban… algo apareció a lo que aferrarme.
Estaba en la habitación del hospital, todavía mareada, sosteniéndome del brazo del sillón para no perder el equilibrio. Elizabeth me observaba con expectativa; esa mirada suya era casi un es