Leandra estiró la mano y le acarició la cara.–No sé... Es más agradable que pelear, que parece que es lo único que podemos hacer. Pelear y besarnos. Y, en ese instante, las riendas que le frenaban se rompieron. Agachó la cabeza y la besó en los labios, demasiado ansioso para esperar. Cuando se apartó, ella tenía los ojos muy abiertos y la boca hinchada.–Oh –murmuró.–¿Qué? –preguntó él, temiendo haber sobrepasado los límites.–Perdona, pero es que me has dejado la mente en blanco.–¿Y eso es bueno?–Sí. Es solo que... No creo que pueda decir nada ocurrente durante al menos un minuto, así que quizá podrías apartar la mirada y dejarme con mi vergüenza.–¿Vas a nadar?–Creo que hay que esperar al menos media hora para nadar después de quetu cerebro haya tenido un cortocircuito.–¿Es un hecho científico?–Ni idea.Nikos sonrió. No porque quisiera que ella le viera sonreír, no porque necesitara proyectar un sentimiento. Sonrió simplemente porque no pudo evitarlo, su querida esposa tenia
Nunca había experimentado aquella urgencia. Pero estaba temblando y sentía que la necesitaba más que al aire. Intentó mirarla y ver a la niña que había sido, intentó recordar por qué en otra época no la había deseado. Aunque ya no estaba seguro de si esa época había existido. ¿Cómo podría no haberse dado cuenta de aquello? ¿Cómo podría no haberla deseado nunca?Recordó a la niña que siempre le dejaba regalos. La que le contaba todo lo que ocurría en su vida. Una niña que le había hecho sentir como ninguna otra persona. Ni siquiera la mujer a la que creía haber amado. Le tocó la cara y le acarició el labio con el pulgar. Nunca antes había tocado a una mujer de esa forma. Con reverencia. Con respeto.El recuerdo de sus encuentros anteriores le avergonzaba. En su antiguo mundo, en el mundo de su padre, trataban a las mujeres como a objetos. Y su último encuentro con una mujer había sido horrible. Bajo el influjo de las drogas. Aquella noche había consumido más que nunca antes.¿Y por qué
Aquella conversación le hacía sentir incómodo. Tal vez fuera el orgullo masculino. Tal vez no fuera tan diferente de los demás hombres. Tan inmune a las cosas estúpidas mediante las cuales los hombres medían su éxito. Sabía que no había nada de malo en seguir los instintos. Era respetable. Cualquier hombre podía tener todo el sexo que quisiera. El control era lo verdaderamente importante. Aun así, le daba un poco de vergüenza confesárselo a su esposa.–No lo pareces, eso seguro –murmuró ella.–¿No?–Has visto muchas cosas. Se refleja en tus ojos –estiró la mano y le acaricióla frente–. ¿Qué has visto, querido esposo?–Cosas que tú no has visto. No quiero que cargues con eso.–Pero, como bien dijiste, no naciste el día que te presentaste en la finca demi padre.–El hombre que soy ahora sí lo hizo. Y ese hombre es quien va a hacer el amor contigo esta noche. No el hombre que era. No el hombre en quien podría haberme convertido.–Pero quiero saber qué te hizo ser como eres.–No. Leandr
Le desabrochó el sujetador y ella se lo quitó y lo tiró al suelo. Nikos volvió a rodearla con un brazo, agarró su pecho y sintió el pezón erecto contra la mano. Era la primera vez que tocaba así a una mujer.–Necesito verte –le dijo mientras le besaba el hombro–. He esperado mucho tiempo.Leandra se dio la vuelta y lo miró con ojos brillantes.–Yo también ... No había vergüenza ni timidez en su mirada, y él no se cansaba de mirar y ver el deseo que en sus hermosos ojos se reflejaba. Nunca había visto nada tan hermoso como esposa, allí de pie, con los pechos desnudos y los pezones erectos. Recorrió su cuerpo con la mirada y se fijó en la prenda que cubría su parte más íntima.–Quítatelas –le dijo.Sin dejar de mirarlo, ella introdujo los dedos bajo las bragas y se las bajódespacio.–Dios eres hermosa, estoy a punto de saltarme algunos pasos, pero necesito ... –murmuró él.Se arrodilló ante ella y le dio un beso en la tripa, justo debajo del ombligo. Y después más abajo. Estaba tembl
Nikos apartó la mano y ella continuó andando hacia la cama. Descorrió lacortina del dormitorio y se tumbó sobre las almohadas, con los brazos abiertos.Él se acercó a la cama y se quedó allí de pie. Ella se arrodilló sin dejar demirarlo, se inclinó y le dio un beso en el pecho mientras él le pasaba los dedospor el pelo. Leah siguió bajando con los labios sobre sus abdominales, hastaque rozó con la lengua la punta de su erección. El placer y el calor recorrieronsu piel y amenazaron con destruirle. La agarró del pelo y tiró de su cabeza.–No vamos a jugar así, agape –murmuró–. Esta noche no.–Pero tú me lo has hecho a mí. Yo quiero saborearte.–No. Esta noche no Leandra.–Entonces, ¿qué es lo que quieres?–Esto –se tumbó con ella en la cama, agachó la cabeza, se metió uno de sus pezones en la boca y comenzó a estimularlo con la lengua. Repasó mentalmente las instrucciones que había leído sobre cómo complacer a una mujer de esa forma.Y entonces fue ella la que empezó a temblar, con
A la mañana siguiente, trató de evitar a Nikos todo lo posible. Cuando se despertó, a primera hora , él estaba dormido en el sofá. Tuvo que contener la necesidad de acercarse y taparlo con una manta, o apartarle el pelo de la frente, o intentar colocarlo en una postura más cómoda. Era evidente que se había quedado dormido mientras trabajaba, medio sentado, con el portátil frente a él y el cuello retorcido.Pero funcionó, porque eso le permitió salir de la casa sin despertarle. Pasó el día deambulando por las playas privadas y nadando, también se pasó por el bar para comer algo y tomarse un zumo. Sí, para ser una isla pequeña y exclusiva, había muchas formas y muchos lugares para evitar a su marido. Y para intentar entender qué había sucedido entre ellos la noche anterior, no comprendia como podia ser tan apasionado y en un segundo tran racional y frio.Se quitó el pareo y comenzó a correr por la orilla de la playa. Se detuvo para ajustarse la parte de arriba del biquini y se pensó mej
Nikos tomó aliento, incapaz de apartar la mirada de los pechos de su esposa, por mucho que lo intentara.–Maldita sea, no quieres saber esto, Leandra. Es el tipo de oscuridad que tú nunca has visto.–Puedo asimilar tu oscuridad, Nikos asi que dime.–No quiero que tengas que asimilarlo.–Soy dura. Me he casado contigo, eso significa que me importa. No soy una niña. Nikos, he vivido toda mi vida frente al mundo. Mucha gente ha escrito cosas horribles sobre mí, y todo porque, cuando tienes una imagen pública, te guste o no, la gente piensa que eres de su propiedad. Y eso me ha enseñado muchas cosas sobre las personas. Muchas cosas horribles. Puede que a ti te parezca inocente, pero la verdad es que he visto más cosas de las que crees. Puedes contarme tu historia. No saldré huyendo.–Pero tal vez deberías.–No lo haré.Nikos hizo una pausa, como si las palabras se le hubieran quedado atascadas en la garganta.–Mi padre era... es, supongo, porque dudo que se haya cambiado el nombre, se sen
Nikos estaba sentado al pie de la cama, no sabia cuanto tiempo habia estado en esa posicion, suuso que bastante ya que tenia sus pies con calabres. Su mente era un caos despues de decirle a Leandra quie era el, se asusto asi que se fue dejandola sola. Había estado pensando durante toda la tarde sobre lo que haría cuando la viera, ella era su esposa, eso no podía cambiarse. Ademas le habia prometido tener un matrimonio... pero, cuando le tocaba, él se quedaba en blanco. Ya no podía ver el camino frente a él. Solo veía aquellos ojos de color tostado. Unos ojos que le habían puesto a prueba años atrás. Que le habían tentado a hacer algo que no había identificado. Algo de lo que había intentado apartarse, por eso persiguio y se comprometio con Reanna, pero ahora esos ojos habían vuelto a embrujarle. Y ya no podía aferrarse a su control. Solo la veía a ella. Los problemas empezaban realmente cuando Leah le tocaba. Eso tenía que parar. Una sola vez con ella en la cama y ya estaba obsesion