35.1

Uso de nuevo la bata de arabescos al salir del baño. Luego de habernos adentrado juntos en la ducha: cosa rara, pues si bien hubo coqueteo no llegamos a nada más aparte de, literal; ayudar a bañarnos. E incluso él me lavó el cabello y después fue mi turno de lavarle yo a él. Ahí necesité la ayuda que me dio. Porque eso si tiene André: siempre está ahí, nunca falta, siempre está cerca, pendiente, perfecto.

— ¿Eso que decías antes? –sondea meneado su cabeza al llegar a donde estoy.

— ¿Mmm? ¿Qué? No recuerdo...

Sus brazos alrededor de mi cintura se refuerzan.

— ¿Sí? ¿Sabes qué pasa?

— ¿Qué? Dime...

— Te estás dando cuenta que el amor tuyo, soy yo.

— ¿Sí? –rio.

— A paso suave...yo no tengo prisa...ya no.

Otro beso.

— ¿Dormimos? –propone.

— No es hora de dormir.

— ¿Y qué? Un ratito, nada más.

— Bueno...

Reviso el móvil pero nadie me ha llamado, aunque sí es hora de la cena cuando me alejo del abrazo de André. Quien duerme tan placido que me da pena despertarle. No obstante, más frí
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