Ricardo miraba a Luciana, incrédulo.
Luciana levantó la vista justo en el momento en que Alejandro la miró.
Él la observaba con intensidad, como un leopardo acechando a su presa, como si fuera a lanzarse sobre ella en cualquier momento para devorarla.
De inmediato, Luciana miró hacia atrás, donde estaba Joaquín.
¿Los tres, reunidos?
No le sorprendía. Esos tres siempre iban juntos.
—No me digas así. Ya estamos divorciados. Ustedes lo saben —dijo con firmeza.
Ricardo sonrió un poquitito.
—Es difícil acordarse…
Cuatro años de costumbre no se rompen tan fácil.
Desde un lado, Ricardo le echó una mirada a Alejandro. Su cuerpo entero parecía al borde de estallar.
Luciana retiró la mirada, como si no hubiera notado nada. Se veía tranquila, como si nada de esto le afectara.
Les sonrió a Ricardo y a Joaquín.
—Me voy.
Nadie dijo nada.
Porque tanto Joaquín como Ricardo podían sentir el aura agresiva que salía de Alejandro.
Tras un largo silencio, Joaquín murmuró:
—Ah… bueno.
Sebastián se acercó un