—Entre nosotros no queda nada pendiente. Nos vemos en los tribunales —dijo Luciana, intentando controlar el temblor que le recorría el cuerpo, mientras se mostraba firme por fuera.
Andrés se rio.
—Luciana, no tienes cómo ganarme.
No lo decía solo por la falta de pruebas. Sabía también que ella no tenía respaldo, y aunque la familia Soto estuviera en crisis, seguía estando muy por encima de los Torres.
Los contactos lo eran todo.
Su familia llevaba décadas en el mundo empresarial. Tenían influencias. Incluso si Luciana armaba escándalo, él podía silenciarlo sin mucho esfuerzo.
Luciana sabía eso desde el primer momento. Pero no pensaba quedarse callada. Sentía el peso en el pecho crecer poco a poco...
¿Puede la justicia vencer al poder?
—Te lo aseguro —dijo Andrés—, puedo hacerte feliz.
La miraba fijamente, confundiendo su obsesión con amor.
Estaba convencido de que la quería.
Ya no podía resistirse al deseo de tenerla cerca, de controlarla por completo.
—Estás enfermo —dijo Luciana con