Ojo por ojo (1era. Parte)
El mismo día
Sídney
Amber
Dicen que la venganza nos envenena el alma, que no obtenemos nada bueno, solo más vacío. Pero eso lo dicen los que nunca han probado el sabor del agravio. Yo diría que no siempre podemos poner la otra mejilla. A veces la mejilla ya está rota, sangra, tiembla. Y no hay forma de volver a ofrecerla. No podemos olvidar el daño como si nunca hubiera sucedido. No somos santos, ni mártires. Somos personas que sangran, que respiran con dificultad cuando el dolor aprieta el pecho.
No necesitamos tiempo para perdonar. Esa es otra mentira que nos venden: “dale tiempo”, como si el tiempo tuviera el poder de borrar cicatrices o silenciar la verdad. No se trata de cerrar la herida, se trata de mirarla de frente. De saber quién la causó y por qué. Porque lo que realmente anhelamos no es olvido, ni resignación. Es justicia.
Sí, justicia. Esa palabra que parece limpia, pero es tan sucia como los que la manipulan. Hablo de una justicia que no se firma en un juzgado, ni se vist