El mismo día
Sídney
Ian
Supongo que cuando estás tan cerca de algo que parecía imposible, cuesta creerlo. Te vuelves escéptico. Sientes que, en cualquier momento, todo puede desmoronarse, que un solo error puede arruinarlo todo. Porque cuando te acostumbras a que todo salga mal, a vivir con el cuerpo tenso y el alma en alerta, ya no sabes cómo reaccionar cuando, por una vez, las cosas empiezan a salir bien. No quieres ilusionarte. No quieres bajar la guardia. Sientes que, si lo haces, todo se va a perder. Que tu pequeño castillo de naipes puede derrumbarse con una brisa, y que, si eso pasa, el dolor será tan brutal que no habrá manera de detenerlo. Porque esas heridas que apenas empiezan a cicatrizar pueden volverse más profundas, más permanentes.
Pero entendí algo. No todo en la vida es miseria. No todo está condenado al fracaso. A veces, aunque no lo creas, te toca ganar. Te toca ver justicia. Te toca tener el control. Y eso no es suerte… es el resultado de resistir, de hacer lo que