— Buenos días, ¿Cómo amaneciste hoy? — Vicencio Locantore saludó al entrar con un poco de timidez, no era un hombre de esos lanzados, sino uno más bien recatado y las mujeres hermosas solían ponerlo nervioso.
Vittoria se incorporó en la cama pesadamente y se acomodó el cabello hacia atrás, había dormido toda la noche sin necesidad de fármacos, más que un antibiótico e hidratación constante.
Se sentía renovada, y aunque las fuerzas no eran del todo las suyas, podría decir que había una gran diferencia entre la paciente que había llegado al día anterior, a la que era ahora.
— Doctor, buenos días… me siento mucho mejor, gracias… — Ella dijo sintiendo que lo conocía un poco mejor después de haber hablado con su hija el día anterior.
— Estás respondien