Nunca he tenido nada he contra de los días lluviosos; tampoco son mis favoritos, pero justo hoy he comenzado a detestarlos.
—Nos hemos pinchado.
Gruñí al escuchar la certeza de Mike luego de maniobrar el auto bajo la lluvia incesante para no derrapar y estrellarnos.
— ¡¿Hablas en serio?! —Dije metiéndome entre los asientos delanteros; él se cohibió y se quedó paralizado ante mi proximidad, hasta que reacciono desviando su mirada con un asentimiento—. ¡No puede ser! ¿No puedes hacer nada?
—Puedo bajarme y cambiar la llanta —me miro serio—, pero ya ha comenzado a oscurecer y con la lluvia es muy peligroso. Un auto podría no verme.
—No, dios, por supuesto que no harás eso —dije alarmada ante esa posibilidad; todavía no me consideraba una mujer egoísta—. ¿Y si llamas a una grúa?
Pero esa esperanza murió cuando él me mostró la pantalla de su sencillo celular; no había cobertura.
¡Maldición!
— ¡No me jodas! —resollé dejándome caer derrotada contra el asiento trasero; mire a través de la ven