Sebastián se queda sin palabras, Anastasia tiene razón, todo es culpa de él, por lo que agacha su cabeza y aunque quisiera detenerla, soporta sus ganas.
Necesitaba estar sólo, por lo que tomó la decisión de irse a casa, pero Cáceres esperaba por él.
—buen día cariño, que bueno que has regresado, vine temprano para ayudarte a hacer el desayuno y atender a los niños, pero para mí sorpresa, no había nadie
—lo lamento, tuve que llevarlos con su madre
—¿Te sientes bien?— ella se acerca y lo abraza, para luego alejarse y mirarlo fijamente a los ojos
—no lo estoy... Necesito que hablemos— él toma asiento en el mueble, y ella igualmente, para luego llevar la tasa de café a sus labios y tomar un sorbo sin dejar de mirarlo
—me preocupas...
—ahora que María se ha escapado de prisión, temo por mis hijos, quizás por su rencor quiera hacerle algo a ellos o... a Anastasia
—Lo de tus hijos lo comprendo ¿Pero ella? Sebastián esa mujer no se preocupa por tí
—es la madre de mis hijos, la mujer que