La secretaria en absoluto silencio bajó la cabeza y salió apresuradamente de la oficina, pasando al lado de Evana y poniendo especial cuidado en no rozarla siquiera.
–¿A qué se debe esa sonrisa en tu rostro? –le preguntó Evana a Ignacio quien la miraba con el pecho inflado.
–¿Eso fue un reclamo de celos?
–Eso fue un deseo de aclarar la situación.
–Me gusta esa faceta tuya, estoy emocionado –confesó Ignacio.
–Por favor, quita esa expresión de satisfacción, me molestó su actitud, es una falta de respeto, sabe muy bien que tú y yo estamos juntos.
–¿Estamos juntos? ¿Lo admites? Esto cada vez se pone mejor.
–Ignacio Remington, no juegues conmigo.
–Y ya sé que cuando digas mi nombre completo debo comportarme, los niños me lo advirtieron, pero a riesgo de que me pongas en el rincón contra la pared, no puedo evitar hacer esto.
–¿Hacer qué? –preguntó Evana, pero la respuesta que esperaba