En la mañana, cuando apenas despuntaba el alba, Omar sintió movimiento a su alrededor, abrió los ojos lentamente y vio como varios hombres con acciones precisas se preparaban para iniciar el día.
Se desperezó y uno de ellos al notarlo, le dijo:
–Arréglate y vas a la cocina a desayunar.
–Está bien, gracias.
–Allí están los baños –agregó el mismo hombre señalando una puerta lateral.
Omar se sentó en la cama, ató sus cordones y se dirigió al baño, sentía sobre él la mirada de varios de ellos, pero siguió erguido sin mostrar temor y, en realidad, no lo sentía.
Después de un abundante desayuno volvió a ubicarse fuera de la cocina, donde había fumado el día anterior, extrajo la cajetilla y encendió un cigarrillo, observaba el humo ascendente cuando escuchó la voz de Michaela.
–Vamos, mis asuntos aquí terminaron, por ahora –él asintió y caminaba delante de ella, pero se detuvieron cuando la llamaron.
–Michaela, llévate esto lo neces