Capítulo 3

Querido Ignacio

Me permito decirte así por última vez, ingenuamente me aferré a la esperanza de que podría ganarme tu amor, hubo algunos momentos en los que me miraste diferente, seguramente ya no lo recuerdas, pero cuando nos conocimos me sonreíste y tus ojos brillaron, en ese instante mi corazón comenzó a latir por ti. Ahora mi pecho arde, mi alma está desgarrada y aún así siento que te amo.

¿Cómo puedo seguir amándote después de tu abandono? Es como si mis sentimientos se negaran a soltarte, buscando vanamente tu presencia.

No puedo aliviar mi dolor, tu recuerdo me hunde en un mar de memorias de los momentos que viví contigo en la alcoba a la que entrabas algunas noches como un ladrón a robarme besos y suspiros, a adueñarte de mi cuerpo que te entregaba sin reservas.

Ahora sé que no me tomabas a mí, la imagen que estaba en tu mente era la de ella, el amor de tu vida, como me dijiste, lo que hace más amargas las imágenes de mi cuerpo desnudo junto al tuyo.

Dejaste en mi una herida muy profunda, sin embargo, hoy te juro que transformaré el dolor en esperanza, el llanto en sonrisas y tu ausencia en fortaleza.

No volverás a saber de mí, pero alguna vez cerrarás lo ojos y yo estaré allí, recordándote que hubo alguien que te amó y la dejaste con el corazón destrozado.

Aprenderé a repudiarte, a ignorarte y a olvidarte.

Evana

Ignacio terminó de leer y quedó pensativo unos segundos, enseguida exclamó:

            –Tanto drama… ¿Querías que me afectara? Pues no.

Seguidamente rompió en mil pedazos la carta junto al sobre, los lanzó a la papelera, ajustó su corbata y fue a buscar a su abogado.

            –¿Todo listo? –preguntó al encontrarlo.

            –Sí señor, aunque la señora rechazó el acuerdo económico.

            –¿Lo rechazó? ¿Qué pidió entonces?

            –Nada señor.

            –En cualquier momento lo reclamará, ¿de qué va a vivir? No tiene nada.

            –Estaré al pendiente y le avisaré cualquier cosa señor Remington.

            –Está bien, ahora prepara mi documentación, me casaré de nuevo muy pronto.

Por una extraña razón, la última frase escrita por Evana se repetía en su mente: “Aprenderé a repudiarte, a ignorarte y a olvidarte.”

Sacudió la cabeza y subió a un taxi, pidiendo que lo llevaran a la mansión, quería comprobar algo.

Llegó y subió directamente a la habitación de Evana, todo estaba intacto, excepto la gaveta con sus documentos, esa estaba vacía, por lo demás, todas las joyas, ropa y calzado había quedado allí.

Llamó a dos empleadas y les ordenó:

            –Empaquen todo esto, esta habitación no se usará por ahora.

***

Pasado un mes, Alya se acercó a Ignacio quien estaba en la terraza de su habitación revisando distraídamente el teléfono.

            –Amor, acabo de pasar por la habitación que está junto a esta y hay muchas cajas allí, ¿por qué?

            –Son las cosas de Evana, pensé que mandaría por ellas.

            –Ya ha pasado tiempo, ¿qué hago con todo eso? Quiero remodelar esa habitación.

            –Lo que quieras, bótalo, quémalo, dónalo, no sé.

Alya fue a la habitación revisó las cajas y al ver la calidad de las prendas que contenía, hizo una llamada y pidió que pasaran a recoger todo eso, volvió al lado de Ignacio y este le preguntó:

            –¿Qué hiciste?

            –Haré una donación, pronto vendrán por todo.

            –De acuerdo –afirmó antes de recibirla en su regazo.

***

A miles de kilómetros de distancia, Evana se encontraba de pie al lado de su hermano quien estaba por hacer un anuncio muy importante.

            –Buenas tardes, ella es mi hermana Evana Wellington Parker y asumirá la vicepresidencia de la empresa a partir de mañana, espero su máxima colaboración con ella –sus palabras fueron seguidas de aplausos y pronto se vieron rodeados de personas que los felicitaban a los dos por igual.

Solamente una persona no parecía conforme y se acercó a Tiberius para decirle en susurros:

            –¿Estás seguro de esto?

            –Muy seguro.

            –¿Acaso está preparada?

            –No te debo explicaciones Giovanna, pero te diré que sí lo está.

            –Espero que no estés cometiendo un error.

Tiberius solo la miró apretando la mandíbula y haciendo puños con sus manos, nadie debía cuestionar sus decisiones, mucho menos Giovanna que tenía años trabajando con él y conocía muy bien su forma de actuar, sin improvisaciones.

***

En el tiempo transcurrido desde su llegada a Roma, Evana no tuvo tiempo de deprimirse ni regodearse en el abandono sufrido, con mucha precisión su hermano había planificado cada uno de sus pasos desde que descendió del automóvil que la llevó al hotel donde se hospedaría mientras terminaba el acondicionamiento de su nuevo hogar.

Una villa italiana preciosa la esperaba y estaba acondicionada para su futuro con los gemelos, quedó maravillada de lo rápido que Tiberius la había adquirido, preocupándose además por las remodelaciones que harían más llevadera su estancia en Roma.

Él la había presionado desde el siguiente día de su llegada en la mañana para que se presentara en la empresa y comenzara a revisar los procedimientos, necesitaba que se empapara rápidamente de todo el manejo de la oficina para poder delegarle responsabilidades.

            –Hermano, estoy oxidada, no quiero cometer ningún error que te meta en problemas.

            –Precisamente por eso es que debes estar presente en la empresa, estudiar, prepararte y avisarme sobre cualquier duda que tengas, la próxima semana estaré allí contigo.

            –Está bien, me enfocaré para que estés orgulloso de mí.

            –Siempre lo he estado; otra cosa, mi secretaria contactó a varios médicos para tu control de embarazo, en tu correo debes tener la información, para que escojas el que mejor te acomode, avísale a ella para concertar la cita y cualquier otra cosa que necesites.

            –Gracias hermano, me cuidas demasiado.

            –Hazlo tú también, cuídate y come.

Evana hizo todo lo que su hermano pedía y pasaba el día muy ocupada, las noches eran otra cosa porque rompía su promesa, lloraba con dolor y se reprochaba a sí misma porque seguía repasando el aviso del compromiso de Ignacio con Alya.

            –Eso era lo que querías, ¿no es así? Ya estás disfrutando con el amor de tu vida.

La llegada de su hermano la obligó a recuperarse, sobre todo cuando él le dijo:

            –Ya estoy aquí y te juro por lo que quieras que no te voy a dar oportunidad para pensar en ese infeliz, vas a convertirte en lo que estabas destinada a ser.

            –Perdóname hermano, no quiero fallarte, pero ahora que no está me doy cuenta de que lo amaba más de lo que quería reconocer.

            –Ahora que no está, ya puedes ser tú, una mujer independiente, elegante, valiente y dispuesta a comerse el mundo; así eras y así volverás a ser –Evana lo miró con ojos vidriosos, pero asintió varias veces con su cabeza.

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