Raffaella se sintió acorralada entre la pregunta de su abuela y la mirada inquisitiva de su amiga Anastasia, buscaba en su mente algo para decir que no implicara descubrir el cúmulo de sentimientos que se agolpaban en su pecho con solo nombrar a Tiberius.
Le temía tanto como anhelaba que se acercara y le hablara como solo él sabe hacerlo, para estremecerla, para enervarla, para hacerla sentir como si con un solo toque pudiera hundirla en un profundo abismo.
–Cada vez que te lo he mencionado el día de hoy te cambia hasta la postura, hice dos preguntas sobre Tiberius Wellington muy directas y casi sales corriendo, mi niña, ¿qué te está pasando? Estás a días de casarte, pero si sientes que hay algo o alguien que no te permite continuar libremente y que debas resolver, te aconsejo que lo hagas porque vas a dar un paso muy grande y tienes que honrarlo.
–Cierto amiga linda, si tienes alguna duda debes aclararla antes de darle el sí a Mateo.
–No tengo nada