—¿Qué pasa?
Su tono era frío, y su mirada se fijó directamente en su vientre.
Robin siempre había sido perceptivo y desconfiado.
Irene sabía que él ya albergaba sospechas.
Ella bajó la vista.
—No he comido en todo el día y mi estómago no está bien.
Robin frunció el ceño, extendió la mano y sujetó su nuca, forzándola a mirarlo a los ojos.
—¿Es solo el estómago lo que te molesta?
Irene sostuvo su mirada.
—Sí, Juan me ha estado acosando todo el día y no he podido comer. Mi estómago ya estaba delicado, y después de tomar la sopa tan rápido, sentí náuseas.
Robin la examinó detenidamente por un momento y luego asintió, aunque claramente escéptico.
—Mañana ve y hazte revisar.
Irene entrelazó los dedos nerviosamente.
—Está bien.
Después de un breve silencio, no pudo evitar preguntar:
—Señor Robin, ¿sospecha que podría estar embarazada?
Robin caminó hacia la ventana y se inclinó para encender un cigarrillo.
Tras una profunda inhalación, dijo:
—Siempre es mejor prevenir, señorita Irene. No quere