La voz de Irene sonó suave.
Con un toque de súplica.
Algo en el corazón de Robin se movió.
Levantó la mirada hacia Irene, y sin darse cuenta, le apretó la mejilla.
—¿Cómo quiere la señorita Irene que la ayude?
—Por favor, dígale a todos que no soy una amante, ¿puede aclararlo por mí?
Todo el día había tratado de aparentar que no le importaba, pero ¿cómo no iba a importarle?
Claramente no había hecho nada, ¿por qué tenía que soportar que la calumniaran así?
Ser señalada y susurrada a sus espaldas era muy doloroso.
Ahora, viendo a este hombre aplicándole la pomada con tanta ternura,
la actitud de Irene finalmente se suavizó.
Si había alguien que pudiera ayudarla a desmentir los rumores, ese era Robin.
Sin embargo, Robin solo se detuvo un momento.
La miró y preguntó:
—¿Crees que es apropiado?
Con una sola frase, Irene volvió a la realidad.
Ella se despertó de inmediato.
Sí, realmente no era apropiado.
¿Con qué posición y en qué papel podría Robin ayudarla a aclarar?
Una vez aclarado, ¿no