Manuel sintió la rabia golpearlo con fuerza, como si un torrente de lava ardiente recorriera su cuerpo.
Sin embargo, en medio de esa tormenta interna, una sonrisa se dibujó en su rostro.
No iba a dejar que su hermano ganara. No está vez.
—Ah, hermanito —dijo con un tono burlón, tratando de ocultar la tormenta que se desataba en su interior—, no te preocupes por eso. Si eso llega a pasar, me encargaré de borrar tu nombre de sus labios. La besaré con tanta pasión que no le quedará aliento para hablar. Luego, le regalaré un gran orgasmo que olvidará hasta su propio nombre. No te angusties, te olvidará, aunque estoy seguro de que ya lo hizo.
Manuel sonrió con una confianza que no sentía del todo, dejando a Martín con la rabia pintada en su rostro.
La tensión entre ellos era palpable, un campo de batalla emocional donde cada palabra era una espada afilada, dispuesta a herir.
Manuel se sintió poderoso, pero en el fondo, una sombra de duda comenzaba a asomarse.
Sin embargo, al salir de ahí, l