Aurora rompió el abrazo con brusquedad, limpiándose las lágrimas con la mano temblorosa.
—Ricardo… —murmuró, tratando de recuperar la compostura.
Él tomó aire, como si le doliera verla así, y la miró fijamente a los ojos, con una mezcla de desesperación y obsesión.
—Aurora, escapa conmigo —pidió con la voz quebrada—. ¡Huyamos! Tú y yo… lejos de ese hombre que no sabe valorarte. Revivamos lo que nunca pudimos vivir. Podemos empezar de nuevo, solo tú y yo, esta vez sin miedo, sin cadenas.
Ella retrocedió un paso, sorprendida por la intensidad de sus palabras.
Ricardo dio un paso adelante, intentando besarla, como si ese impulso fuera la única salida a todo lo que había guardado durante años.
Pero antes de que pudiera acercarse más, una sombra se movió entre los árboles.
Braulio salió de golpe de entre la penumbra del jardín, con los ojos brillantes por una furia silenciosa.
—¡Apártate! —gruñó, y con un impulso brutal empujó a Ricardo, haciéndolo caer al suelo.
—¡Braulio! —exclamó Aurora,