Capítulo 3: Ser odiosa es mi pasión

Eran las ocho de la tarde, Aledis cerró la cortina de metal hasta la mitad dando por terminada la jornada. Pasó todo el día atendiendo clientes gracias a la falta de personal. «No entiendo por qué las dependientas siempre firman su renuncia, si soy un encanto». Caminó hacia la trastienda donde se encontraba Elián y sus dos nuevas contrataciones. Al pasar junto a la puerta escuchó las risas de los empleados.

—Reme, cariño, en un rato la señora tengo un palo metido en el trasero estará molestando por aquí.

«¿Señora palo metido en el trasero? ¿A quién se referirá el marica?». Se detuvo a escuchar, ya que la curiosidad era uno de sus defectos.

—Gracias por avisarme —Remedios suspiró apesadumbrada—. Espero que esté satisfecha con mi trabajo y no tome en cuenta mi aspecto.

—Le va a encantar, mi Reme, te lo aseguro. Yo ya te amo y adoro como trabajas. —Elián sujetó una prenda admirando los detalles—. ¡Esto es perfección! No dejaré que te despida por nada del mundo.

—Yo… no logré coser ni una sola prenda en todo el día, creo que coloqué la manga de una camisa en donde iba la pierna de un pantalón —se quejó Lorena mostrando su trabajo.

—¡Qué horror! ¿Estás segura de que no eres hermana de la perra pelirroja?

Aledis, molesta, hizo resonar los tacones en el piso avisando que estaba allí y provocando que todos quedaran en silencio.

—Pero ¡qué callados están!, cualquiera pensaría que estaban descuartizando a alguien. —Elián se llevó ambas manos al pecho colocándolas una sobre otra, agachó la cabeza y mostró un rostro ofendido.

—Querida, ¿cómo puedes insinuar tal cosa? ¡Jamás! Yo mataría a cualquiera que se atreviera a descuartizar a un animal como tú.

—Pero qué gracioso, mira cómo me rio. —Apretó los labios en una fina línea y lo miró furiosa.

—Cambiando de tema, ¿quién era el hombretón de esta mañana? Era bellísimo —profirió, Elián.

—¿Qué hombretón? —preguntaron al unísono Lorena y Aledis.

Remedios parecía dedicarse a observarlos, intentando quedar alejada del grupo de conversación.

—¿Cuál va a ser? Ese que venía transpirando hormonas masculinas. Me llegaron sus feromonas hasta aquí, tuve que salir a atenderlo.

—¿El adefesio? No puede ser, ¿de verdad? Marica búscate un novio que cada día tienes peor gusto. —Negó con la cabeza y ocultó una sonrisa. Tan adefesio no era, la verdad.

No era guapo en el sentido estricto de la palabra, pero tenía un atractivo arrollador.

—Pelirroja del demonio, con mis gustos no te metas, tú sí que no sabes de lo que hablas. Ese hombre era todo un machote.

—Un machote salido de una película de terror, ¡horroroso!

—La apariencia no lo es todo —Remedios interrumpió y la retó con la mirada.

Aledis le dedicó una ojeada cargada de desprecio, esa mujer tenía algo que hacía que no lograra soportarla.

—Tú que vas a decir, si te viese acostada en el césped de un parque pensaría que eres uno de los regalos que sueltan allí los perros callejeros.

—¡Aledis! —gritó Lorena—. Reme no es fea, ella es que no sabe arreglarse, pero un día le voy hacer un cambio radical que nadie la va a reconocer.

—Asegúrate de meterla antes en una bañera con ácido para quitar la primera capa de piel inservible, porque de otra manera no tiene solución, ¡mira que es fea!

Sabía que estaba siendo odiosa, una parte de ella se avergonzaba de sí misma por ser así, pero a ese comportamiento la había llevado la vida.

Reme agachó la cabeza con vergüenza y de nuevo susurró:

—Me miro al espejo cada día, no hace falta que me lo recuerdes.

—Ahora se pondrá a llorar. —Comenzó a reír sin ganas, buscaba con la mirada la aprobación a sus comentarios por más que no tuvieran justificación, al ver que no le seguían la corriente mostró un gesto de indiferencia—. Pero que aburridos sois, volviendo al tema del que hablábamos, el hombretón se llamaba Burro.

—¿Burro? No creo que ese fuera su nombre, aunque tenía pinta de esconder bajo los pantalones la de uno. —Elián alzó las manos separándolas lo suficiente para mostrar una medida.

—¡Calla! Qué asco, me hiciste imaginarlo desnudo. Con B comenzaba, no acostumbro a recordar los nombres de personas que no quiero volver a ver. Mejor cómprate un perro, seguro que huele mejor.

—Te diré un secreto, pelirroja superficial; amo los hombres feos, me encantan, me fascinan.

—¿Por qué? —se animó a preguntar.

—Porque ellos hacen el amor como si fuera la última vez de sus vidas. Lo catan tan poco que cuando te agarran te destrozan. —Vio asomar a su rostro una sonrisa perversa—. Si fuera heterosexual trincaría a la Reme en los probadores y me la llevaría a visitar las estrellas.

—¡¿Qué?! —gritó la mujer poco agraciada.

«Mira la fea, como se le ponen los ojos hechos bolas. Pobrecita, ésta no vio un trozo de carne en su vida».

—Tranquila, Reme, no te emociones que me gustan los hombres, pero si alguna vez decides hacerte un cambio de sexo cuenta conmigo para que te empotre contra la pared.

—G-gracias, lo tendré en cuenta.

—Fea y tartamuda —murmuró para sí misma.

—¡Aledis! —gritaron Elián y Lorena.

—¡Ay! Disculpadme, ¡qué delicados son! Pensaba en voz alta no me pueden culpar por eso.

—Es un milagro que lo hagas.

—¡Marica! —lo regañó.

—Y orgulloso.

—¡Ya! Se acabó, quiero marcharme a casa de una vez. Lorena, mañana te quiero aquí a las nueve de la mañana, eres una inútil en el área de producción serás la nueva dependienta. Remedios tú entras por la puerta trasera.

—No tenemos puerta de atrás —informó ese marica entrometido.

—Recuérdame que llame a alguien para que venga a colocar una. No podemos dejar entrar a semejante alien por la puerta principal, imagínate si la ve un cliente.  —Observó a sus tres acompañantes hacer el intento de volver a gritarle, pero continuó sin dejarlos hablar—. Tú, proyecto de mujer, te quiero sin salir de aquí. Cose y lo que tengas que hacer, pero a la tienda ni te asomes, lo tienes prohibido. ¡Venga, rapidito a cerrar!

Se dio la vuelta y comenzó a caminar con el contoneo exagerado de su cuerpo hacia la salida.

—¡Perra!

Escuchó el grito de su amigo, pero solo le provocó una sonrisa. Le encantaba ser una m*****a, lo disfrutaba. O eso era lo que intentaba hacer ver a todo el mundo.

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