Cristian despertó con el cuerpo entumecido, los ojos hinchados y sin reconocer donde se encontraba. Tras incorporarse observó a su alrededor y los recuerdos comenzaron a agolparse. Los momentos compartidos, la tranquilidad que sintió cuando explicaba sus problemas, y esa dulce voz arrullándolo con su canto.
Esbozó una sonrisa traviesa y miró a su lado. Karla se encontraba dormida recostada en el sofá, la cabeza caía hacia un lado en una posición un tanto incómoda. Su boca se encontraba entreabierta y la humedad de la saliva escapaba de entre los labios; aquella escena le provocó ternura y un anhelo que no estaba dispuesto a estudiar. Quiso apartar la vista, dejarla dormir tranquila y marcharse, pero se detuvo a observar sus rizos que caían alrededor del rostro. Su respiración era tan pausada y en calma, dormía como un bebé que se sentía protegido.
Miró el reloj y se asustó al ver que eran las tres de la madrugada. Con sigilo para no despertarla se incorporó. No eran horas de estar en