Al día siguiente de mi regreso.
Mamá consiguió que un diseñador top viniera a casa a tomarme medidas y hacerme el vestido de novia a la medida. Cuando me puse la falda blanca y me vi en el espejo, se me apretó el pecho. Tres años atrás también me imaginaba así, con vestido y velo… pero el novio ya no era Soren.
—Preciosa, te ves preciosa con el vestido —me dijo mi madre, mirándome con los ojos brillosos.
Le sonreí sin decir nada. Sacó el celular, me tomó un montón de fotos y se las mandó a sus mejores amigas; luego las subió a sus redes.
Me cambié y fui a recostarme. Apenas abrí el teléfono, me apareció la nueva publicación de Thea: en la foto, ella estaba en cama de hospital, pálida pero con una sonrisa dulce; Soren se sentaba a su lado, una mano en su mejilla y la otra estirando el brazo para la selfie.
“Gracias a Soren por cuidarme sin despegarse estos días. ¡Ya casi me dan de alta!”
Las letras goteaban felicidad.
Antes me habría dolido en secreto y lo habría enfrentado a Soren. Aho