Lo miré y por un instante me quedé ida. No sabía por qué estaba allí ni por qué decía esas cosas.
—Soren, ¿qué estás diciendo? —papá reaccionó primero. Con el ceño duro llamó a seguridad—. ¡Sáquenlo de aquí!
Soren, de dos empujones, quitó a los guardias y se plantó frente a mí.
—Lyra, no me hagas esto —me miró con desesperación—. ¿Cómo te casas con otro? Eres mía. Solo mía.
Lo observé en frío, sin una sola ola por dentro. Theodore dio un paso y se colocó delante de mí, protector; le toqué el hombro para indicarle que estaba bien.
—Soren —dije serena—, ya terminamos. ¿Lo olvidas?
Se quedó atónito, como si no pudiera creer que lo dijera.
—¿Por Thea? Ya la saqué de mi vida. No la vuelvo a ver. Perdóname, ¿sí?
Me dio risa por dentro. ¿De verdad, en su cabeza, yo cambiaba de opinión así de fácil?
—No es por Thea —respondí—. Me decepcionaste porque no me crees. Preferiste creerle a alguien que conoces hace meses y no a mí, que estuve contigo años. Dime, ¿cómo se perdona eso?
Soren se quedó h