Capítulo 5

GABRIELA:

Vi en cámara lenta como Sophia alzaba la mano y luego como se acercaba a mí. 

Mil recuerdos pasaron por mi mente en ese momento.

Cuando me golpeó por haber ganado un concurso en la preparatoria. Cuando al volver a casa me golpeó por haber salido con un chico que no sabía que le gustaba. Cuando estando en la preparatoria me abofeteó por haber sido elegida como reina del baile. Cuando se enteró que salía con Massimo. Y como olvidar cuando se enteró que le iba a dar un... 

-¿Qué m****a pasa aquí? -escuché una voz masculina en la entrada.

No me atrevía a alzar la cabeza. El golpe me había dejado aturdida. 

-Eres una m*****a -dijo Sophia ignorando al hombre.

Como nunca le bastaba una bofetada, se vino encima de mí y me tumbó. Caí unos centímetros lejos, iba a volver a golpearme pero el hombre la sujetó. 

-¡YA BASTA! -gritó el hombre y alcé la mirada por fin. 

Cuando mis ojos se encontraron con los de él, empecé a llorar. Nunca me había humillado tanto. Siempre había sido en casa, nunca en sitios públicos. 

-¡Suéltame, idiota! -gritó Sophia. 

-Cuando te calmes -le gritó él. 

Ella se calmó cuando el amigo de él entró. Vio la escena y se acercó a mí. 

-¿Profesora, se encuentra bien? -preguntó el chico preocupado. 

No respondí. No encontraba mi voz. Eso era lo que pasaba después de una pelea con mi hermana. Por eso nunca pude confesarle la verdad a mi madre cuando me preguntaba. 

-Ella no es profesora -gritó mi hermana-. Es una m*****a hija de pu...

-¡CÁLLATE! -le gritó él soltándola de golpe. Se acercó a mí-. Mauricio, sácala de aquí. 

-¿Qué le digo a tu tío? -preguntó el chico.

-Nada -respondió él mirándome-. Luego le explico el como esta desquiciada se comportó. 

-Como digas, amigo. 

El chico le dio un apretón en el hombro, y se llevo a mi hermana como pudo. Ya que la loca estaba histerica. 

-¿Estás bien? -preguntó él de pronto. 

Lo miré por unos segundos. 

El azul de sus ojos me hipnotizaron. Me hizo recordarlo. A aquella tarde cuando me encontró llorando después que mi hermana me había golpeado al enterarse que íbamos a tener un hi...

-Sí -respondí, esquivando todos los recuerdos. 

-¿Segura? -insistió. 

-Segura -dije como pude.

-¿Qué le pasó a loca? -preguntó y ese comentario me hizo sonreír-. ¿Se conocen? 

-Por desgracia -dije en un susurro, limpiando mi rostro. Él sacó un pañuelo de su bolsillo y me lo entregó-. Gracias -dije mirando sus ojos-. Te lo devolveré limpio. 

-¿Qué carajos haces con esta zorra? -preguntó su novia en la entrada-. Mas...

-Te llevaré a casa -dijo él ignorando a la chica-. Vamos. 

Me tomó del hombro y pasamos por el lado la chica. La cuál no perdió tiempo y me agarró por el cabello. Llevándome hacía atrás. 

-Tú no te vas a ningún lado con mi novio -dijo ella cuando me tumbó al suelo, de nuevo. 

Lo único que salió de mí fueron mis sollozos. Nunca iba a dejar de pasar humillaciones. 

Ya era mucho por el día de hoy. 

-¿Qué mierdas crees que haces, loca? -le reclamó él-. ¿Sabes lo que ella puede hacer si te acusa con la directora? 

-Qué haga lo que se le venga en gana -gritó ella-. Pero con ella no te vas, ¿me has oído? 

-Vete a la m****a, Franchesca -dijo él volviéndome a colocarme de pie.

Sin darle oportunidad de decir nada a la chica, salimos de la sala de profesores a la vista de todos los alumnos de la facultad y de los profesores. 

Todos veían mi aspecto horrible por estar llorando. Y sentí más vergüenza. Sin pensarlo, oculté mi rostro en su pecho. Lo que hizo que se detuviera unos segundos. Se alejó un poco y se sacó su chaqueta para colocarla en mi cabeza. Me tomó de la mano, se acercó a la oficina de dirección y sentí miedo. 

-No, no, no, por favor -le supliqué. Él se detuvo y me miró extrañado-. Juro que voy a explicar lo sucedido con tu tío, pero por favor, hoy no -seguí suplicando, si era necesario me arrodillaría pero no podía-. Se lo explicaré mañana, pero por favor, no quiero entrar allí. No quiero enfrentarla. No podría ha...

-No te llevaré ahí -me interrumpió, seguimos caminando y afuera estaba su amigo-. ¿Tienes mi mochila? 

-Aquí -respondió para luego girarse y tomar la mochila-. ¿Puedo saber que m****a pasa? -preguntó mirándome y luego a él.

-Ni siquiera yo sé que pasa -respondió tranquilo, tomando la mochila-. Pero estoy seguro que lo voy a descubrir -dijo mirándome. 

Tomó mi mano una vez más y nos dirijimos a la entrada. Justo en el momento en que la puerta de dirección se abría. 

-¡Ven aquí, ya! -escuché la voz de un hombre a nuestra espalda. 

Juro que por un segundo pensé que era él. Pero era imposible. El anuncio de su compromiso había sido prácticamente al otro lado del mundo, no podía volver tan pronto teniendo a los paparazzi como locos esperando por él en cada esquina. 

Durante todo el camino, nadie habló. Había silencio. Lo extraño era que no era un silencio incómodo, al contrario, se sentía bien. Y más después de lo sucedido, no solo con mi hermana, si no con su novia. 

-No tuviste que haber hecho eso -dije por fin. 

Vi como me miró de reojo y siguió conduciendo. 

-¿El qué precisamente? -preguntó sin mirarme. 

-Enfrentarte a tu novia. 

-Yo pensando que ibas a decirme algo con respecto a lo sucedido antes -respondió y yo me tensé-. ¿Algo para decir? 

-Es una historia larga -respondí mirando mis manos. 

-Tengo tiempo -dijo tomando el camino hacias las afueras de la ciudad. 

-¿A dónde vas a llevarme? -pregunté aterrada-. ¿Me vas a hacer algo? 

Estaba asustada. Demasiado.

No lo conocía de nada. Y sabía que estaría furioso por haber dejado que se enfrentara a su novia, sin contar que tuvo que batallar con mi hermana. 

Me miró por unos segundos confundido y ofendido. 

-¿Quién te crees que soy? -preguntó ofendido-. No soy un maldito monstruo, Gabriela. 

-¿Enton... entonces a dónde vamos? -pregunté con más miedo. 

-A un lugar dónde puedas estar tranquila y podamos hablar -respondió tranquilo. 

Me relajé. 

Si lo que quería era hacerme daño, no importaba ya. Ya estaba cansada de tanta m****a. De tener que defenderme.

Nadie volvió a hablar. Condujo una eternidad, y en algún momento me quedé dormida.

Por fin llegamos a un edificio gigante. 

-¿Quién vive aquí? -pregunté fascinada. 

-Yo -dijo serio-. Mi tío me lo compró para estar solo cuando mis padres peleaban. 

Entendía eso. Mis padres también peleaban siempre. 

Ahora no sabía si seguían haciéndolo. Las veces que mi sobrina lograba comunicarse, no me contaba nada. Solo me decía que estaban bien y que esperaban verme pronto. 

-Oh -fue lo único que logré articular. 

Salió del auto, abrió la maletera para sacar unas bolsas de compras. ¿En qué momento hizo compras? Seguro cuando me dormí. Cuando iba a abrir la puerta para salir, él la volvió a cerrar y casi me deja sin dedos. Abrió la puerta y me tendió la mano. 

Lo fulminé con la mirada y él sonrió. Tomé su mano y salí del auto. Dió un portazo y di un respingo.

-Vamos -dijo antes que pudiera decir algo. 

Caminando de su mano, entramos en una especie de lobby y había un hombre detrás.

-Buenas tardes, señorito D’Angelo -saludó el hombre. Percató de mi existencia y sonrió-. Buenas tardes, señorita. 

-Buenas tardes -respondí e incliné la cabeza. 

-Buenas tardes, Carlos -saludó el chico a mi lado-. ¿Cómo te encuentras? 

-Muy bien, señorito -respondió el hombre con amabilidad. 

-Si mi tío viene, dile que no estoy -dijo él caminando hacia el ascensor-. Qué tengas buena tarde, Carlos. 

-Cómo usted diga, señorito D’Angelo.

Entramos al ascensor y segundos después entró una pareja. 

Me sentí incómoda cuando empezaron a besarse y tocarse por todos lados sin importarles que estabámos allí con ellos. 

-Podemos hacerles competencia si quieres -dijo el chico en mi oído. 

Me tensé y sonrojé en cuestión de segundos. Alcé la vista y vi la ridícula y tentadora sonrisa en sus labios. Me pasé la lengua por mis labios y vi como sus pupilas se dilataban, no perdió de vista mis movimientos en ningún momento. Estuvo a punto de besarme, pero se detuvo cuando escuchamos el gemido de la chica.  

Él se separó de mí justo en el momento que el ascensor se abría y la pareja salía. La tensión no disminuyó. Mucho menos después de caer en cuenta que estarías los dos en su apartamento. 

¡Vamos, Gabriela, el chico tiene 22 años! ¡Eres mayor que él, por Dios! 

<<M****a>>. El chico estaba divino. ¿Cómo iba a resistirme a él todo este rato?

No permitas que su preciosa sonrisa, sus ojos penetrantes e hipnotizadores o sus labios tentadores te hagan caer en la tentasión. Es joven para ti, es joven para ti, me repetía mientras más nos acercábamos a su piso. 

-Vamos -dijo cuando se abrieron las puertas del estúpido ascensor. Hubiese preferido seguir subiendo hasta llegar al cielo, a entrar con él a un puto apartamento. Lo seguí de cerca. Llegamos a una puerta color blanco y sacó una llave de su bolsillo trasero. Esperé a que abriera y él se rió-. ¿Ansiosa por entrar ya? -preguntó mirándome por encima de su hombro. 

Lo volví a fulminar con la mirada y se rió con más fuerza. 

-No seas idiota -le reprendí. Abrió por fin y me hizo pasar primero. Estoy segura que su mirada estaba puesta en mi trasero. No me sentía insegura con mi cuerpo. Sabía lo que causaba en los hombros y hasta cierto punto me gustaba. Era una mujer preciosa a la cuál todo admiraban al verme-. ¿Te gusta la vista? -pregunté mirándolo por encima del hombro y el idiota sonrió. 

Una m*****a sonrisa de Dioses. ¡Ayúdame, Diosito, por favor!

-Exquisita -respondió cerrando la puerta-. Quisiera saber que esconde esa falda. 

Su respuesta me hizo sonrojar y tragué grueso cuando vi que se acercaba. 

-Alto ahí -dije colocando una mano frente a mí para tener distancia. 

-¿Y si no quiero? -preguntó con voz gruesa. 

-Tienes novia -le recordé y él sonrió. 

-¿Y eso me detiene según tú? -preguntó con picardía. 

-Debería -respondí.

Se detuvo y me miró de pies a cabeza. Su sonrisa se ensanchó aún más y mis bragas se mojaron con solo ese acto. ¡Virgen de los abdominales, no me hagas esto! 

-Puedes estar tranquila, bruja -dijo tranquilo colocando las bolsas en el piso-. No haré nada -me miró a los ojos y luego mis labios-. Al menos que me lo pidas -¡Mierda! Esa voz. Esa voz podía hacer pecar a cualquiera. Tomó una de las bolsas y se dirigió al pasillo-. Voy a bañarme -dijo mirando por encima de su hombro-. Hay otro baño en la otra habitación por si quieres ducharte. 

-No tengo ropa de cambio -dije lo obvio. 

-Revisa la bolsa a tus pies, bruja -respondió.

No sabía a que habitación había entrado y tampoco me importó. Giré y vi la bolsa. Revisé y era ropa de mujer. Ropa deportiva y un traje. 

Miré al pasillo y sonreí. No era tan idiota como pensé. Tomé la bolsa y entré a una habitación cualquiera. 

Me quité la ropa y me coloqué la toalla que estaba en la cama. Seguro me la había dejado allí. Era pequeña como para taparme toda. No había nadie después de todo. Él también se estaba duchando en otro lugar. 

Me sentí un poco incómoda cuando vi que no tapaba toda, aunque si lo necesario. Sonreí y me dirigí a la puerta que supuse era el baño. Era precioso. Esta familia tenía buenos gustos y muy caros. Las paredes y el piso tenía cerámica en color blanco. Había un espejo gigante en la pared dónde estaba el lavabo dónde había un cepillo, crema de dientes, jabón liquído. y lo necesario para la cara. 

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