Durante toda la noche, en aquel restaurante, sentía cómo mis pensamientos giraban en torno a la propuesta, a ese amor sincero e incondicional que él mostraba con sus acciones.
Era un hombre de detalles. Se había asegurado de preparar un momento inolvidable para mí. Sonreí con una comprensión clara, mirándolo directamente a los ojos.
- ¿ Qué pasa? - preguntó confundido y visiblemente incómodo.
- Nada - me apresuré a responder - solo me doy cuenta que soy una mujer bendecida, por tener a alguien como tú en mi vida.
No me cansaría de expresarle siempre lo que significaba para mí. Para alguien que, como yo, había sufrido la decepción y desilusión de percibir el desamor de su pareja, las traiciones y el engaño, vivir el romanticismo propio de un cuento de hadas era un motivo más que evidente de regocijo y satisfacción. Había sabido atrapar la felicidad al paso, tal y como decía mi madre en sus largas conversaciones con nosotras, cuando la edad ya mostraba las primeras inclinacio