Eric le desabrochó la blusa lenta y pausadamente y deslizó la tela sobre sus brazos. Teresa sentía la respiración entrecortada. Los últimos rayos de sol dieron paso a la noche, que los envolvió.Mientras que el hombre centro su atencion en chuparle un pezón por encima del sujetador de encaje.
Tessa sintió una sensación aguda que la atravesó y estuvo a punto de hacerla perder el equilibrio. Él se apresuró a abrazarla para mantenerla en pie y siguió lamiéndole el otro pezón.
Tessa estaba excitadísima.
—Ven conmigo —le dijo tomándola de la mano.
A continuación, la guió entre unos arbustos. Tessa lo siguió. De la mano, cruzaron entre dos enormes rocas y salieron a un claro bañado por la luz de la luna.
Una vez allí, Tessa se quitó las sandalias y sintió la hierba bajo los pies. Las rocas formaban una muralla que los aislaba de todo. Sólo estaban ellos dos y la luna. Eric la estrechó entre sus brazos y Tessa se estremeció. Sentirse entre sus brazos era perfecto. Demasiado perfecto.
—¿Qué