Tras conocer a Spencer Churchill, Ivy se mudó con su hija a la mansión Churchill, y Cora pensó que no volvería a verla jamás, pero no fue así. Desde aquella desafortunada noche, sus caminos se cruzaron muchas veces.
Entre ellas, la noche de la muerte de sus padres. Ivy se encontraba en el hospital cuando oyó a Cora llorar junto a su abuela, Esme, confesándole que la muerte de sus padres había sido culpa suya.
Cora iba en el coche la noche del accidente y perdió el control de sus poderes, lo que provocó que el vehículo volcara. Cuando Ivy escuchó aquella confesión, supo que por fin, tenía a Cora justo donde quería.
—Parece que ya conoces la respuesta —dijo Cora, regresando al presente.
—Así es —respondió Ivy—. Al parecer, el destino quiso que nuestros caminos se cruzaran una vez más. Y en el mejor momento, porque mi propia hija también espera una niña, una criatura débil, además.
—¿Qué?
Ivy puso los ojos en blanco.
—Mi hija quedó embarazada del hijo de un forastero, ¿puedes creerlo? —se