—¿Qué fue todo ese drama en la boutique? ¿Está todo bien?
—¿A qué parte te refieres? —pregunté.
—A la parte en la que la nueva asistente de Sasha casi nos echa a Nan y a mí solo porque no estábamos vestidas según sus estándares y pensó que no podíamos pagar nada.
—Qué mujer tan desagradable —dijo Nan, rodando los ojos—. Me alegra que la hayan despedido.
—Debí haber entrado con ustedes —agregó Erik, negando con la cabeza y frunciendo el ceño—. Así nos habríamos evitado todo eso.
—Tal vez, pero entonces no habría mostrado su verdadera cara, y seguiría trabajando allí. Sasha merece algo mejor —le respondí.
Él se encogió de hombros.
—De todos modos, cuando tu compañero se entere de esto, se va a enfurecer —advirtió Erik—. Créeme, esas manadas pueden ser enormes, y aunque estemos en territorio neutral, la noticia acabará por llegarle, incluso si no se lo decimos nosotros.
Sabía que tenía razón; Gavin siempre encontraba la manera de enterarse de todo.
Su mirada se desvió hacia Irene.
—¿Y tú?