La Prisión Creciente Plateado estaba a unos veinte minutos de la villa.
Era la prisión más grande del mundo y la más fuerte.
Solo permitía que la Fuerza de Élite la vigilara, y ningún criminal, sin importar su fuerza, había podido escapar jamás.
Era tan conocida y fuerte que permitía que prisioneros de fuera de mi territorio también fueran retenidos allí.
Un prisionero en particular resultó ser a quien iba a ver esta noche.
—Alfa —saludó Gerald, uno de los guardias, asintiendo mientras yo pasaba por las puertas.
Asentí a cambio, pero no dije nada mientras seguía caminando por la seguridad.
Algunos otros guardias también me asintieron, murmurando sus saludos.
Entré por las puertas, donde saludé a algunos de la Fuerza Policial Creciente Plateado.
Ya los había contactado mientras venía, para hacerles saber de mi visita y a quién iba a ver.
Me condujeron a través de una variedad de puertas, no porque no supiera a dónde iba, sino porque no estaba allí como su Alfa;
estaba allí como visitant