—¿A dónde exactamente vamos? —le pregunté.
Antes de que pudiera responder, apareció una pequeña cabaña. Estaba en medio del bosque y escondida de la vista de la carretera, pero me di cuenta de que estaba dando la vuelta para estacionar al lado del edificio.
Se desabrochó el cinturón de seguridad y salió del carro, su mirada posándose en la cabaña. Sin mucho pensamiento, lo seguí fuera del carro.
—¿Qué es este lugar? —le pregunté mientras caminábamos hacia la puerta principal.
—No estoy seguro —admitió—. Lo encontré cuando era joven. Estaba viajando por mi cuenta cuando no se suponía que debía. Me topé con esta cabaña y medio que hice un segundo hogar de ella. La llamo mi escondite.
Su tono era casi juguetón y me recordó al Spencer que conocía y por el que me preocupaba. Me alivié que ya no sonara frío e indiferente. Creo que ambos necesitábamos un poco de espacio de la manada, y me alegraba de alejarme por un ratito. Al menos hasta que aclarara mis pensamientos y averiguara cómo acerca