—Nan... —susurré—. ¿Qué pasa?
—Lo siento mucho... —dijo roncamente mientras apartó sus ojos de mí para mirar al suelo—. Pero no puedo quedarme aquí...
—¿Espera qué? —pregunté, alzando las cejas—. ¿Por qué no? ¿Qué está mal? Por favor, háblame...
Negó con la cabeza; estaba tratando duro de evitar que las lágrimas se derramaran de sus ojos.
—Tengo que irme... —susurró.
Antes de que pudiera decir otra palabra, estaba corriendo pasando a mi lado y hacia la puerta principal.
—¡Nan! —le grité, pero no sirvió de nada, la puerta principal se cerró de un golpe y Nan estaba corriendo fuera de la mansión. Me quedé parada, confundida.
Miré de vuelta a Chester que soltó una respiración temblorosa propia; parpadeó unas cuantas veces como si ahora se hubiera dado cuenta de dónde estaba. Me miró y luego a Harper que lo estaba viendo con pregunta. Ella alzó las cejas y cruzó los brazos sobre su pecho mientras se deslizó del mostrador.
—¿De qué se trataba eso? —le preguntó.
No le respondió, pero en su l